febrero 28, 2012

186. El Muro

El maravilloso mundo de los opuestos
Mario Valverde M.

Hoy desperté con el amor incendiando todo mi espíritu. Manejé mi auto con lentitud. Los autos de atrás, en especial los taxis, me pitaban hijueputazos. Hacia el sur, las montañas se me aparecían con un intenso azul de verano en los penachos.  Recordé los caminos que caminé sudoroso de joven, ¡qué dolor en el recuerdo!  Todo lucía bellísimo. Había tanta luz en el sol, tanto sol en las calles, tantas sonrisas hermosas, tantas cabelleras voladas, había tanta Alegría por los caminos que podría decir que el Amor corría como el vino en fiesta de dioses griegos. Por eso me dije, no hay que correr, el amor “llega así de esa manera”.


En las paredes de mi casa, las orquídeas presentan la fiesta de colores y formas. Hay dos que nacen amantes,  abren su ramillete de un rojo ladrillo. Las hojas de corazón trepan con fuerza y la palmera abre sus hojas “borrachas de sol”. Pero también sé que nada es para siempre; y que esta paz en medio de este oasis de amor desaparecerá. Pronto, muy pronto, la vida de todos los días me recordará la lucha de los opuestos. Volveré a las ofertas del mercado, de las luchas tormentosas, de las exploraciones del egoísmo y las venganzas irracionales. Al ratito lancé a quien me pitaba y me sacó de mi ensueño, madrazos gigantes, no di espacio al auto de quien me lo pidió, a pesar de tener oportunidad de cederlo. Así somos, así hemos sido y así seremos por siempre en esta lucha eterna de los contrarios. Somos un espectáculo entre la risa y el llanto, entre el amor y el odio, entre el misticismo y la lujuria, entre el héroe y el cobarde, entre el poeta y el asesino. Pero mejor, como despedida, dejo en la palabra a mi amigo Walt Whitman, poeta norteamericano del siglo XIX, que me ha acompañado por muchos años, con uno de sus poemas que define con mayor precisión el mundo humano del teorema de los opuestos. Sólo la muerte -ni siquiera los sueños- en todo caso resuelve el nudo de los contrarios. Mientras tanto, no podemos dejar de decidir, de tomar partido, de elegir. Esa es nuestra condena, según el filósofo francés J. P. Sartre.
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…No eres tú el único que sabe lo que es ser malvado.

Soy yo quien sabía lo que es ser malvado.

Yo había también entretejido el antiguo nudo de los contrarios.

Yo había hablado, me había ruborizado, me había sentido ofendido, había mentido, había robado, había codiciado.

He sido astuto, colérico, concupiscente, he sentido deseos que no me he atrevido a expresar.

He sido caprichoso, vano, glotón, superficial, taimado, cobarde, perverso.
Ha habido en mí del lobo, de la serpiente, de cerdo.

La mirada engañosa, la palabra frívola, el deseo adúltero, no han faltado en mí

Negativas, odios, dilaciones, mezquindad, pereza, nada de esto ha faltado en mí.


Walt Whitman. Hojas de Hierba, Poema 7. San José, Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, 1975.

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