junio 26, 2012

200. La fijación de la mente


Mario Valverde M.

Siempre que enciendo la radio, o tomo el control de la T.V., pienso o me acomodo en una estación o canal preferido. Podría ser que existan mejores programas, pero debemos ser claros, la mente no opera por selección, opera por la ley del hábito o la costumbre. Ella prefiere el gusto (placer inherente), lo viejo por conocido, expresión muy extendida de los pueblos. ¿Por qué opera así? ¿Por qué prefiere visitar la misma zapatería, restaurante, cine, amiga o amigo y hasta lugar de recreo? Simplemente porque la mente necesita reducir todo a lo simple, a la facilidad de la inferencia inmediata. El solo esfuerzo de ponerlo todo en duda, no va con su estrategia de economizar energía cognitiva. ¿Desde cuándo somos así? Esas son preguntas que nos llevan a la antropología de la estructura evolutiva mental, perdida en zonas profundas y desconocidas. Pero lo cierto es que, en la práctica, así funciona. Sin darnos cuenta, actuamos en un escenario muy pequeño, con casi los mismos actores (familia, pocos amigos - amigas, compañeros de trabajo). Los demás no interesan. Nos pasan de lado, son miles, millones que a la mente no interesa conocer… ahí están y eso es todo. Le interesan los mismos en sus fronteras. A partir de esas acciones, construye SU MUNDO y su propia MUERTE, que viene a ser un espacio muy reducido, es el espacio de nadie más. Somos, en todo caso, especie de células existenciales, comunicantes, móviles en territorios determinados, quizás como los 64 cuadros del ajedrez, con las mismas piezas en miles de jugadas que inventamos todos los días, seres focalizados, animales habituales. Mi tesis: la conciencia se reconoce finita y sabe que no hay tiempo para muchas opciones.

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