febrero 20, 2013

217. Schumann no; ¡Wieck!


Daniel Garro Sánchez



            Clara Josephine Wieck (Alemania, 1819-1896), fue pianista, profesora, compositora, madre de ocho hijos y esposa de Robert Schumann, motivo por el cual, la mayoría de las veces, su nombre aparece simplemente como Clara Schumann. Pero conocer estos datos es no saber absolutamente nada sobre Clara Wieck.
            La vida de esta mujer fenomenal transcurrió entre paradojas, entre el cruce o el choque de las corrientes imperantes de su época y el haber sido una mujer tan distinta de las de su época. Como producto de su tiempo y la sociedad, Clara fue la mujer que dijo que “una mujer no debe tratar de componer; ninguna ha sido capaz de hacerlo, ¿por qué habría de hacerlo yo?”, y sin embargo, fue compositora. En algún otro momento de su vida afirmaría lo siguiente: “Nada supera la alegría de crear, porque se ganan horas de olvido, mientras se vive en un mundo de sonidos”. Luego admitiría que en las épocas en que lograba componer regularmente, se sentía en su elemento: “me siento más libre y liviana y todo parece más alegre”.

            También fue la mujer que se resignó a nunca llegar a ser una intérprete de la talla de Franz Liszt (el mejor pianista conocido en aquel entonces), y sin embargo, llegaría a ser considerada la mejor pianista del siglo XIX, recibiendo las alabanzas de Chopin y del mismísimo Liszt.
            Fue una mujer que se consideraba a sí misma poco atractiva físicamente, y sin embargo, numerosos retratos de la época muestran a una chica agraciada, de ojos enormes, frente amplia, rostro fino y bella sonrisa –Clarita sería encarnada por Nastassja Kinski en la película Sinfonía de primavera (Frühlingssinfonie, de Peter Schamoni, 1983)-; retratos correspondientes a una edad más avanzada muestran a una mujer frecuentemente vestida de negro, de semblante grave, cansado, ya no tan sonriente, pero igualmente bondadoso, con una mirada profunda en esos grandes ojos.
            Fue un modelo de absoluta lealtad a su esposo, afrontando la enfermedad, la locura, el intento de suicidio y finalmente la muerte prematura de Robert; sosteniendo a la familia con su labor de intérprete y profesora, cuidando a los ocho hijos y soportando la muerte de cuatro de ellos; dando a conocer la obra pianística de Robert (incluyendo el famoso Concierto para piano y orquesta en La menor op. 54) cuando este sufrió una lesión en la mano que le impidió tocar el piano y durante muchos años más después de la muerte de él. Y sin embargo, nueva paradoja, esta mujer abnegada se enfrentó a su padre incluso en instancias legales para poder desposar a Robert, quien no contaba en ese momento con la fama que cosecharía luego y mucho menos con dinero, por lo que fue descartado por el dominante suegro Wieck como partido para su hija.
            Cuando se escuchan y analizan las obras musicales femeninas, siendo aún tan desconocidas en relación con las masculinas, la primera tentación y el primer error del “atrofiado oído machista” (en palabras de Alexander Obando) es buscar las posibles diferencias que puedan existir por el hecho de tratarse de mujeres, cosa que es tan absurda como buscar rasgos distintivos en la obra de un Tchaikovsky por haber sido homosexual, o en la de un Mussorgsky por haber sido alcohólico. La obra musical de Clara es reducida, pero suficiente; como la de muchos compositores de mayor fama (entiéndase varonEs, ¡qué problema con esa marca tan débil de género masculino de nuestro idioma!): Grieg, de Falla, Sibelius, Dukas, y aún el mismo Schumann, cuya enfermedad mental y después la muerte lo silenciaron demasiado temprano. Y al igual que muchos varonEs, entre ellos también Robert, Clara tuvo predilección por la música de cámara, el lieder y el piano solo. No obstante, legó un estupendo concierto para piano y orquesta que posee, entre muchas otras particularidades, un movimiento intermedio donde el piano es acompañado únicamente por un violonchelo solo. Es decir, en este segundo movimiento, el concierto para piano y orquesta se reduce a un dúo. ¿Tiene esto algo que ver con el origen femenino de la obra? Absolutamente nada; simplemente es un invento que su autora decidió hacer, y cualquier sospecha ridícula es fácilmente anulada con el retorno de la masa orquestal en el tercer movimiento. Un dato importante es que fue Clara la que impulsó y recomendó a Robert a incursionar en la música orquestal, y no quedarse solamente con el piano y los pequeños conjuntos. Gracias a este consejo, verían la luz las sinfonías, oberturas, conciertos y muchas otras obras mayores de Schumann. Por su parte, la prioridad de Clara, al igual que Chopin, fue el piano, y recurrió a otros medios y a la orquesta siempre en función del piano. Cosechó el lieder como también lo harían Schubert, Gustav Mahler y, nuevamente, Robert.
            Pero puede ser que ahora yo esté cayendo en otro error, al dignificar la obra femenina en función de la masculina, a través de un método de comparación. El hecho es que cada creador y cada creadora buscó su espacio, e hizo lo que quiso y lo que pudo, cada quien en sus circunstancias. En palabras de Kathryn Bigelow (la primera mujer ganadora del premio Oscar a la Mejor Dirección por The Hurt Locker en 2009), “el siguiente paso es que el hecho de que el artista sea hombre o mujer deje de tener importancia”. Por lo tanto, sintetizo recomendando al buen lector y también al buen melómano el Concierto para piano y orquesta en La menor op. 7 de Clarita, así como sus bellísimos nocturnos, baladas, romances y canciones.
            Finalmente, me pregunto: ¿por qué admiramos o debemos admirar a esta mujer? ¿Por su abnegación como sufriente esposa y madre? ¿Por su lealtad a prueba de fuego hacia su esposo? ¿Por ser mujer en condiciones adversas? ¿O por ser compositorA en tiempos en que era poco usual y por ser una de las mejores pianistas de la historia? La respuesta es: por todo eso y mucho más; por buscar ser un humano integral hasta donde se lo permitieron las circunstancias; no por haber sido la señora Schumann; sino por haber sido la única, la extraordinaria, Clara Wieck.

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